domingo, marzo 19, 2017

'No aguanto a mi jefe' y otros malos rollos que debes superar


Acotar las situaciones que te provocan malestar en el puesto de trabajo y analizarlas de una manera objetiva y fuera de contexto es la manera más inteligente de acabar con un ambiente laboral tóxico.

Si en el primer café de la mañana, mientras revisas tu correo electrónico, te cuentan que han subido el sueldo a un compañero y que ya no habrá más aumentos en lo que queda de año, pasarás de la sorpresa a la indignación en menos de lo que dura un sorbo. Un mal rollo puede arruinarte la jornada laboral si no tomas distancia del asunto.

Gestionar las situaciones cada día es clave 
para evitar que los problemas se magnifiquen

Malgastar tu tiempo en ese y otros malos rollos que cada día pueblan tu trabajo diario tendrá una consecuencia inevitable: saldrás más tarde o dejarás asuntos pendientes por estar pendiente de cuestiones que, aunque sean profesionales, no aportan nada a tu productividad. Gestionar estas situaciones día a día es la única manera de superar esa indignación y evitar caer en la resignación, algo muy nocivo para el desarrollo de tu carrera profesional. Te invitamos a conocer los siete malos rollos más habituales, el primer paso para analizarlos con distancia y evitar que te afecten más de lo normal. Juan Antonio Fernández, socio y director general de Habittud, ofrece una recomendación que sirve como punto de partida: "Olvídate de centrarte o invertir tu tiempo en aquellas cosas que te preocupan, sobre todo si no puedes hacer nada o poca cosa para resolverlas. No seas víctima de tus problemas; debes ser protagonista de la solución".
  1.  Le han subido el sueldo al más vago. ¿Seguro que es el más vago? Nacho Belinchón, socio de Ban consultores, explica que si tu empresa premia a quien no se lo merece, "quizá es el momento de plantearse un cambio o de mirar hacia ti mismo en lugar de compararte con el resto". A lo mejor ese aumento salarial obedece al cumplimiento de un objetivo que desconoces. Eva Aguilera, socia de Éthica Consultores, propone analizar qué parte de ese compañero no estamos viendo y que quizá podamos empezar a valorar. Pilar Jericó, presidenta de Be-Up, comparte esta opinión: "Preguntar y observar qué está haciendo para merecer ese reconocimiento económico puede mitigar ese malestar". No obstante, si después de esta 'investigación' descubres que el incremento de sueldo no está alineado con los resultados de ese colega, es un claro indicio de que esa empresa no es la más adecuada para una carrera profesional sana: la meritocracia y el reconocimiento van de la mano en las organizaciones que, de verdad, apuestan por las personas y su talento.
  2. El enchufado siempre tiene razón. Ser amigo del jefe o el ahijado del director general otorga a algunos una carga de razón inusitada. No trates de arrebatársela porque saldrás perdiendo. "Evitar la confrontación es la mejor estrategia. Utilizar expresiones del tipo 'en relación con lo que él o ella dice yo añadiría' suele dar buen resultado para discrepar de una manera elegante", afirma Jericó. Como añade Belinchón, "por mucho que te empeñes, no puedes crear el vínculo emocional que el enchufado tiene con el jefe. Saber seguir el partido de cualquier organización y conocer a los jugadores de la misma es crucial para tu supervivencia".
  3. No aguanto al nuevo jefe. "Para él, tú y el resto también sois nuevos", afirma Aguilera. Por eso aconseja darle tiempo para que se adapte a otra situación y otro equipo: "A veces detrás de un comportamiento autoritario o arrogante hay un sentimiento de inferioridad y vulnerabilidad al que sólo sabe hacer frente comportándose de manera agresiva". También Belinchón recomienda ser paciente: "Demuestra que sabes adaptarte a los cambios, luego ya verás si merece la pena o no; no te conviertas en el pelota pero sí en el flexible".
  4. Me han cambiado de sitio. Salir de la zona de confort incomoda, pero "la rutina es agotadora. Acostúmbrate", sentencia Belinchón. Sea para mejor o para peor, asúmelo como un cambio positivo. Lo más probable es que no sea la primera ni la última vez que te trasladen no ya de sitio, sino de sede. "Ocupar otros lugares te dará otras perspectivas y te permitirá conocer a otros compañeros con los que apenas tienes relación", dice Aguilera. A menudo un traslado es la antesala de un cambio en la manera de trabajar. Prepárate para ello. Jericó anima a "buscar las ventajas y, si no te gusta, intenta transformarlo de manera que se convierta en una oportunidad".
  5. Me caen todos los marrones. Ser el foco de todos los marrones no tiene por qué ser negativo. Jericó cree que es síntoma de que "tu jefe confía en ti para solucionar determinados asuntos a los que él no llega". O, según Belinchón, "quizá te están poniendo a prueba para una posible promoción". Sin embargo, Jericó apunta, que "si objetivamente no es así y tienes una carga de trabajo que te supera, lo mejor es hablarlo con él, porque muchas veces el jefe no es consciente de ello". Aguilera reconoce que "como jefes hay que plantearse hasta qué punto delegamos o enmarronamos".
  6. Hago más horas todos los días. "Una de dos, o trabajas de manera ineficiente o, simplemente, te mueres de miedo por irte antes que tu jefe", dice Belinchón. Puede ser así o, también, que el equipo de trabajo está mal dimensionado. Por eso conviene valorar "si es puntual o habitual, en cuyo caso hay que marcar unos hábitos para una gestión eficiente del tiempo", comenta Jericó.
  7. Las interrupciones. Planificar las tareas importantes para tu jornada laboral, blindar tu agenda para ello o avisar a un colega de que no estarás disponible un tiempo es la receta de Aguilera para gestionar las interrupciones que, como recuerda Belinchón, son inevitables: "Sólo las tienes que gestionar, ordenar y priorizar, pero también tienes que aprender a convivir con ellas. Lo quieras o no, son parte de nosotros. Debes ser selectivo con quien las produce".

 Actuar, el antídoto de las quejas


Las quejas continuas y sin justificación intoxican cualquier ambiente laboral. Javier Fernández, socio y director general de Habittud, es partidario de huir de quienes alimentan estos entornos: "No te unas con las personas contrarias, aquellas que la palabra más utilizada a lo largo de un día es el 'es que', aquellas en las que la crítica es constante pero nunca buscan soluciones". Estos profesionales anticipan los malos rollos y los engrandecen hasta que alcanzan una dimensión que es imposible gestionar. Actuar es la opción para acabar con las quejas. Plantear un problema, compartirlo con los demás libera, pero no tiene sentido hacerlo si no se realiza con ánimo de mejora. Esta salida sólo procede si la protesta está justificada. En ese caso, actuar es el primer paso para explorar y poner fin a algo que, objetivamente no es justo y se puede mejorar. Las encuestas de clima laboral que cada año realizan la mayoría de las organizaciones, son el mejor termómetro para detectar qué incomoda a los profesionales. No obstante, ante la falta de estos medidores, tratar de manifestar nuestro malestar justificado ante determinadas situaciones o personas es un mecanismo de defensa muy válido. No es así, si la queja se utiliza de manera gratuita: eso te lleva sin remedio a convertirte en un empleado tóxico, en la manzana podrida que contamina toda la organización. Apartarse de estos individuos o escucharlos pero sin aportar nada que alimente su inconformismo es la mejor opción.

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