jueves, noviembre 17, 2016

Los que se hartan, una categoría de empleado poco visible, pero real

Las encuestas de clima y de compromiso no suelen dar bien; se trata de tener más en cuenta los sentimientos, algo poco visto en el ámbito corporativo.

Hay un antiguo refrán que dice que "los niños y los locos dicen la verdad". Alude a que son éstos quienes tienen, por lo general, menor capacidad de disimular y reflexionar y, por lo tanto, expresan lo que sienten y lo que ven. Habría que agregar otra categoría: los que se hartan. Arribados a un punto de saturación, ya no pueden reprimir lo que es visible desde hace tiempo, pero que nadie habla o cuestiona.

Parece que llegó a esta situación extrema Jack Pierce, un consultor especializado en Capital Humano, que publicó un artículo afirmando que el compromiso de los empleados es un mito ("Employee engagement is a MYTH!"). Se basa en que durante muchos años todas las encuestas sobre satisfacción, realizadas por consultoras de rango internacional, no demostraron avances sino estancamiento o retrocesos.

La satisfacción se sigue buscando, como si fuera el Cáliz Sagrado, que fuera el motivo simbólico de las excursiones de la Edad Media y las Cruzadas. Como se sabe, nunca fue encontrado, por lo que Pierce se pregunta si no estaremos buscando el "engagement" en el lugar equivocado.

El autor considera que el compromiso equivale a la motivación. Tiene origen en "el interior de cada persona de la organización. No lo podemos controlar". Por esto mismo recomienda cinco claves: definir cuáles son los comportamientos esperados, medir los verdaderamente importantes, generar relaciones de confianza, aplicar procedimientos de inclusión, crear un contexto donde primen los valores. Las claves son acertadas y lucen espléndidamente, pero llevadas a la realidad, tienen algunos inconvenientes.

Por empezar, en las organizaciones y en especial las empresarias, lo que no se puede medir no existe. Los sentimientos de los empleados, de cualquier nivel, no pueden ser mensurados y mucho menos manejados. ¿En qué punto, entre el amor y el odio, podemos identificar con exactitud lo que siente una persona respecto de la compañía o de su jefe? Tal vez en un futuro próximo -aunque ya hay algunos indicios sobre la posibilidad - exista una aplicación que lo permita, pero mientras tanto, la tarea debe realizarse de forma artesanal. Es decir, intuitivo.

Para captar el punto más o menos preciso sobre el vínculo afectivo del empleado con su entorno laboral, hay que apelar, inevitablemente, a la sensibilidad. Por desgracia, ésta se encuentra muy contaminada por la historia de las relaciones del trabajo y los prejuicios. Subvalorada. No entra en el menú habitual de las empresas exitosas, aunque algunas la incluyen y se convierten en estrellas de la rentabilidad. El éxito suele atribuirse al azar, pero si retomamos la cuestión del compromiso, observemos cómo se construye en otros ámbitos. Por ejemplo, la política.

Al fin y al cabo, lo que se requiere es la militancia como en cualquier partido, donde quienes participan (no todos, sino en su mayoría, claro está) no necesitan estar incentivados externamente. Pero hablar de política y empresas parece intentar mezclar agua con aceite, aunque no sea cierto. También pertenece al ámbito de los prejuicios.

Si la democracia se sustenta en el voto, no podría increparse a alguien diciéndole que "¡Aquí se viene a votar!", equivalente a "Aquí se viene a trabajar!". El acto está precedido de un deseo, una convicción, unas ganas de participar. La tarea previa consiste en construir el compromiso. Por esto, el mejor liderazgo es el que deriva de entender cómo funciona el mundo y las personas. Es un esfuerzo diferente, no medible con exactitud, y tal vez más complicado aún porque hay que adaptarse a los cambios. Cómo definiría una conductora de televisión, "el público se renueva".

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