miércoles, noviembre 02, 2016

6 pasos para solucionar los conflictos en la oficina


Una oficina libre de conflictos puede resultar el sueño de todo empleado. Sin embargo, siempre pueden surgir algunas tensiones, aunque de pasar no tiene porqué ser destructivo para la empresa. El choque de ideas, planteamientos y formas de pensar favorece la conexión entre el avance empresarial con el surgimiento de nuevas formas innovadoras que, de otro modo no surgirían. Y es que la confrontación controlada genera un intercambio que es vital en un mundo empresarial de competencia feroz.

Una oficina sin conflictos puede suponer que los empleados se sientan ya desconectados de su trabajo. Por eso, aunque los conflictos puedan parecer negativos, siempre existe la posibilidad de sacar un resultado positivo de ello. Para ello, es necesario saber manejar estas situaciones con prudencia.

La inteligencia emocional juega un papel fundamental en estos casos y las personas con ciertas habilidades interpersonales pueden ser capaces, no tanto de evitar el conflicto, sino de comprenderlo para intentar reducirlo al máximo, canalizando la fuente de desacuerdo entre las personas. En este sentido, Fast Company ha publicado un artículo con las 6 habilidades que las personas necesitan para evitar los conflictos en la oficina:

1. Gestionar tus propias emociones

Conocer tu propio estado de ánimo evitará reaccionar con negatividad ante un conflicto. Así, si una situación concreta enfurece a alguien, lo mejor es esperar a que se haya enfriado para reaccionar y responder de manera más racional. Los contextos en los cuales prevalece la presión es más fácil que surjan los conflictos. En este sentido y cuando el tiempo aprieta, según recoge el portal, la clave está en evitar que la situación empeore antes de intentar resolverlo.

2. No tomarse las cosas a nivel personal

Es posible que, a veces, los conflictos surjan por problemas que la persona ha tenido en otro contexto. El hecho de haber discutido, por ejemplo, con una pareja aumenta la irritabilidad de cada persona. Por eso, las personas inteligentes emocionalmente saben distinguir cuando la razón de alguien por enfurecerse es o no ajeno al problema que se ha generado y, por lo tanto, no deben tomárselo como algo personal.

3. Primero escucha y luego habla

Cuando nos enfadamos tendemos a reaccionar con rapidez y en función de lo que nosotros creemos. Por eso, en vez de reaccionar mostrando las emociones negativas, lo mejor es averiguar más acerca de la situación que está desencadenando ese conflicto. Hay que resistir a la tentación de ponerse a la defensiva y trabajar para que la otra persona se sienta escuchada, evitando así el conflicto con la apertura de un diálogo que ayude a confrontar de manera positiva los puntos de vista.

4. Dar tiempo al conflicto, pero no ignorarlo

Hay muchas personas que se sienten incómodas ante el conflicto, por eso, un espacio de reflexión no viene mal para intentar minimizarlo. Sin embargo, ignorarlo por completo no es una buena idea, ya que rara vez el conflicto se solucionará por si solo.

5. Practicar la empatía

Empatizar con alguien que, además, está enfadado contigo no es la tarea más fácil del mundo. Sin embargo, una persona emocionalmente inteligente puede llegar a comprender y ponerse en el lugar de otra persona que puede estar teniendo problemas que no necesariamente estén vinculados con el entorno laboral. Reconocerlo es un primer paso hacia la empatía, después es importante encontrar formas de mostrar apoyo que no resulten ofensivas.

Lo mejor es tratar de averiguar qué está pasando, aunque sólo sea a través de una imagen parcial, y luego saber si hay algo en lo que se pueda ayudar.

6. Buscar señales y ser proactivo

Los conflictos, a menudo, siguen unos patrones. Entender las causas más profundas de los mismos es una buena estrategia para reducirlos. Con la experiencia, uno puede darse cuenta de qué factores causan conflictos a las personas de su alrededor. El estrés por ejemplo, puede ser uno de los motivos. Recoger y entender estas señales puede contribuir a crear conflictos mayores y, de esta manera, aumentar el aprecio y la confianza por parte de los compañeros, pues en vez de empezar grandes discusiones será posible crear conversaciones que consigan canalizarlas.

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