sábado, enero 23, 2016

Los peligros de un ‘egolíder’

Todos asumimos que la falta de autoestima da al traste con grandes profesionales, pero en contra de lo que muchos piensan, el ego también tiene efectos perjudiciales en el ámbito de la empresa. El ególatra tiene una visión sesgada de la realidad, minusvalora a la competencia y se rodea de una camarilla de afines que jalea sin ningún espíritu constructivo sus decisiones.

El tópico nos dice que el éxito siempre viene acompañado de cierta dosis de autoconfianza. De acuerdo, el mundo de los negocios es una carrera de fondo donde sin seguridad y convicción en el proyecto y en nuestras propias posibilidades, sin espíritu competitivo e incluso una pizca de agresividad tendremos un resultado incierto, pero cuando se cae en el “exceso de autoestima” (definición de la RAE para ego), podemos estar cruzando una barrera peligrosa.

Mientras escribo estas líneas, no puedo dejar de recordar a ciertos empresarios que alcanzaron el éxito con rapidez. Su intuición, don de la oportunidad y capacidad de trabajo consiguieron colocarlos en pocos años como un referente del mercado, pero el problema llegó cuando tuvieron que sostener el proyecto. No sé si la relativa facilidad con que vieron cumplidas sus expectativas les hizo pensar que siempre sería así, pero un rasgo común a los casos que conozco es que eran compañías gestionadas por “egolíderes”, empresarios a los que su alta autoestima les aisló de la realidad del mercado y del equipo.

¿Te atreves a pasar la prueba del espejo?

Una de las características del ególatra es su incapacidad para reconocer su condición. Ya hemos dicho que la autoestima es importante para mantener sano el ánimo y encarar el día a día con optimismo pero, como en casi todos los venenos, su toxicidad depende de la dosis. Te propongo que analices los siguientes puntos y veas si de alguna manera te ves representado. No te inquietes, no es ningún test científico, pero quizá te ayude a encarar mejor la próxima decisión.

1. La guardia pretoriana del ególatra

Acostumbra a rodearse de una camarilla de acólitos que asiente más que opina. Sus cuadros ejecutivos o miembros del equipo suelen estar copados por personas de “confianza” que bien por una sincera afinidad personal con el “egolíder” o por miedo a perder su posición, tan sólo le reafirman en sus reflexiones y decisiones, negando esa visión crítica tan necesaria para que la empresa evolucione.

2. Conmigo o contra mí

El “egolíder” limita su relación con otros miembros de la empresa no considerados de su confianza, lo que estrecha su capacidad para descubrir nuevos valores en el equipo y genera desmotivación. Quien no le refrenda en sus posiciones de una manera activa no formará parte de los elegidos, lo que incluye su aislamiento en su área de gestión, la falta de reconocimiento y de empatía con sus inquietudes.

3. Yo lo habría hecho mejor

Otra de las características más perjudiciales del “egolíder” es su escasa habilidad para delegar. Sentirse el mejor le impide confiar en el trabajo de los demás, lo que le obliga a una continua supervisión de las tareas. En la práctica esto genera una necrosis de la iniciativa y falta de operativa, dado que todas las decisiones se aplazan a la espera de su visto bueno.

4. Mejor solo que mal acompañado

Todos hemos presenciado cómo el inesperado choque de egos de dos familiares o amigos con perfil “macho alfa” (calificativo ampliable a todos los géneros) puede tener consecuencias desastrosas en la evolución de las relaciones personales de todo el grupo. El “egolíder” no rehúye el cuerpo a cuerpo con otros líderes del sector, es más, acostumbra a buscarlo porque sabe que ese escenario le es favorable. De este modo, la que comenzó como una reunión de prospección de áreas de colaboración puede acabar con posturas irreconciliables, una situación que repetida en el tiempo terminará por aislar a su organización de su hábitat empresarial, y cuando lleguen los problemas no tendrá ningún aliado desinteresado.

5. Odia perder hasta a las canicas

Sólo distingue entre ganadores y perdedores, y sólo querrá relacionarse con los primeros. Esta visión vital le lleva a convertir en un pulso cualquier decisión de la empresa, la firma de un contrato, la negociación con un empleado o la elección de los ingredientes de la pizza en una noche de trabajo. Esa dicotomía de la realidad le impide saber que en muchas ocasiones se gana estableciendo relaciones win - win que satisfagan y motiven a ambas partes.

6. Baja las barreras defensivas

La desconfianza hacia los demás puede convivir con la certeza de sentirse invulnerable, al menos en la mente del “egolíder”. Es una persona que tiende a menospreciar la iniciativa de la competencia e infravalorar los problemas coyunturales. Esta percepción de bajo riesgo le lleva a centrarse en su trayectoria, no adaptando sus decisiones al entorno. Y no actuar a tiempo en el mundo de los negocios tiene un alto precio. Es aquí en donde muchos ególatras pierden sus alas empresariales.

7. Busca una alta recompensa

El “egolíder” es un trabajador nato, pero se cree merecedor del mayor de los premios por sus esfuerzos. La mayoría de los que he conocido cultivan maneras de bon vivant en el momento que pueden, actitud que les refuerza en su papel de encarnación del éxito. Una justa recompensa a su esfuerzo, siempre que no hipoteque el futuro de su empresa, en especial cuando afronta los ciclos bajos y su modelo de vida se convierte en un auténtico lastre para su viabilidad.

Podríamos acabar este post con el recurrente cinéfilo de “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia“, pero no sé si la ironía resultaría apropiada. La realidad es más compleja, pero creo que cualquier profesional con unos años de experiencia se habrá cruzado en el camino con más de un “egolíder”. Pero no es a ellos a quienes dirijo esta reflexión, no la escucharían, es a todos los demás, todos aquellos que aún piensan que dudar nos hace mejores.

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