martes, marzo 10, 2015

Debate incomprensible

Cuanto mayor es la diferencia entre lo viejo y lo nuevo, menor es la posibilidad de que se mantenga la antigua manera de hacer las cosas. Sin embargo, cada día vemos los problemas de las organizaciones para asumir e incorporar el cambio y la innovación.

Para comprender el impacto del distinto modo de abordar la incorporación de innovaciones, analicemos los posibles escenarios que podrían darse en las instituciones afectadas:

Escenario Radical. Aceptemos tanto caos como sea necesario. Independientemente de las normas ya existentes y de los riesgos acompañantes probemos de incorporar todo aquello que sea novedoso.

Escenario Conservador. Dejemos que sean los tradicionalistas los que lo aprueben. Pongamos en las manos de los responsables del modo actual de hacer las cosas la decisión de incorporar las novedades.

Escenario Pactista. Negociemos la transición. Busquemos el equilibrio entre las dos posiciones anteriores; los radicales proponen las novedades y negocian con los conservadores cómo aprovecharse de lo nuevo manteniendo lo mejor de lo antiguo.

Pero si evaluamos cada uno de estos escenarios nos encontramos con que:

El escenario conservador conduce al desastre. Los tradicionalistas tienen el poder de veto, lo que mata toda innovación. Los más comprometidos con una determinada manera de resolver los problemas se sienten obligados a mantener los problemas para que su solución siga siendo la única viable. Son incapaces de descubrir el valor de algo que es, en sí mismo, perturbador.

El pactismo, aparente más atractivo, es inviable por la incapacidad de los radicales para imaginar el valor de otras opciones que no sean las que ellos defienden y la imposibilidad para los tradicionalistas de confiar en algo desconocido.

La vía radical es la más sensata pues contiene en sí misma su propia limitación. Sólo será capaz de crear tanto cambio como los implicados sean capaces de adoptar.

En último extremo, la aceptación de las novedades, la incorporación de innovaciones tecnológicas, queda en las manos de los individuos de la sociedad. Ellos tienen la legitimidad para decidir cómo quieren vivir y el ritmo de incorporación de las nuevas posibilidades.

Por eso resulta asombroso y preocupante, la parálisis de tantas organizaciones que parecen ciegas a los nuevos comportamientos ya adoptados por la sociedad. 

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