lunes, octubre 27, 2014

No deje que el poder se le suba a la cabeza

Los directivos con poder disfrutan de una mayor seguridad laboral y retribución económica, además de ser más eficientes en su trabajo. En la otra cara de la moneda, quienes no lo tienen carecen de autonomía y control sobre su trabajo, tienden a estar menos satisfechos laboralmente y son más susceptibles de recibir un trato injusto.

En el siglo XXI la psicología del poder ha despertado un gran interés académico. Cameron Anderson y el profesor del IESE Sebastien Brion ofrecen una visión de conjunto de cientos de investigaciones en el artículo "Perspectives on Power in Organizations", publicado en Annual Review of Organizational Psychology and Organizational Behavior.

Los autores examinan el poder como un proceso, desde cómo se consigue hasta cómo se pierde, citan pruebas de algunos de sus aspectos tanto positivos como negativos y ofrecen consejos prácticos para los directivos que quieran adquirir y conservar el poder por el bien de su empresa.

¿Quién tiene más posibilidades de obtenerlo?
La literatura académica identifica cuatro predictores sobre quiénes tienen más posibilidades de acceder al poder: 

Competencia personal. El poder se basa en el control de los recursos valiosos, pero no basta con esto: hay que hacérselo saber a los demás. En muchas empresas, el conocimiento y la experiencia son recursos especialmente valiosos. Por ello, los directivos que desarrollan una competencia útil y se lo comunican a los demás aumentan su poder. 

Red social. La posición del directivo en una red social afecta a su capacidad para acceder a la información y controlarla y, por ende, le ayuda a obtener poder. Otra estrategia efectiva para los directivos es tejer redes sociales en el seno de su organización. Participar en los procesos de selección y formar parte de equipos deportivos pueden ayudarle a hacer amigos y aliados.

Características demográficas y físicas. Los estereotipos tienen un papel importante en la obtención de poder. Características como la altura, la raza y el género pueden influir en nuestra percepción de la competencia, dominio y poder, pero también otras menos evidentes como los rasgos faciales. Estos hallazgos no guardan implicaciones prácticas para los directivos, pero puede ser útil tenerlos presentes.

Personalidad. Entre los rasgos asociados con un poder ascendente se encuentran la necesidad o el afán de poder, el autocontrol, la extroversión y el dominio. También entra en juego el estilo de comunicación: sonreír poco, mirar fijamente, tocar al interlocutor, gesticular, hacer pausas y expresarse de manera tranquila, relajada y segura. 

¿Cómo conservar el poder?
Los autores señalan que un factor decisivo a la hora de mantener el poder es la voluntad de que este trascienda los propios intereses para servir a los del grupo, pero también existen dos fuerzas externas y dos internas:

Justificación del sistema. Los estudios psicológicos indican que solemos defender y justificar el statu quo. Este propósito básico se manifiesta en el deseo de ver la jerarquía como un sistema legítimo, incluso por parte de los subordinados. 

Atribuciones. Cuando ganamos poder en un grupo, los demás empiezan a vernos desde una óptica más positiva de lo que justificarían nuestro comportamiento o aportaciones. Este "efecto de halo" contribuye a afianzar el estatus.

Fisiología. El poder puede conllevar beneficios para la salud, desde neurológicos hasta cardiovasculares e inmunológicos. Se ha demostrado que quienes tienen poder toleran mejor el dolor y muestran un ritmo cardiaco inferior después de una tarea estresante. Además, potencia la sensación de bienestar y la afectividad. 

Cognición. El poder aumenta el rendimiento cognitivo en áreas como el establecimiento y la consecución de objetivos, el pensamiento abstracto, el funcionamiento ejecutivo, el foco y la capacidad de planificar a largo plazo. También puede aumentar el optimismo y la creatividad. 

Comportamiento. Las personas con poder son más desinhibidas y orientadas a la acción. Además, son más proclives a afrontar las potenciales amenazas, suelen ser menos conformistas y más persuasivas.

¿Qué le puede llevar a perderlo?
El estudio enumera los siguientes factores externos:

Competición. Los rivales de quienes tienen el poder no solo compiten con ellos por los recursos, sino que pueden llegar a culparles por los fracasos. Y cuanto más escasos son los recursos, más feroz es la competencia. 

Dinámica de grupo. Los grupos con un número de integrantes de orden par son menos estables que los impares. Y los líderes de grupos inestables se encuentran en una posición más precaria, pues cualquier cambio de opinión puede derribar la jerarquía existente.

Características individuales. Características como la raza y el sexo, antes mencionadas, pueden suponer un lastre, especialmente en el caso de las mujeres y las minorías.

La literatura académica también identifica los siguientes factores internos:
Ética. Cuando alcanzamos una posición de poder, aumenta la probabilidad de que actuemos de forma poco ética, lo que socava nuestra autoridad. En algunos casos, el poder reduce la compasión y la simpatía por quienes sufren. Quienes se sienten incompetentes o tienen un estatus bajo son incluso más proclives a actuar de forma agresiva y abusar del prójimo. 

Sesgos en la toma de decisiones. Quienes ostentan el poder pueden tener una visión de la realidad distorsionada. Algunos, por ejemplo, se creen más altos de lo que son. Esta desviación les puede llevar a subestimar el tiempo necesario para realizar un proyecto, asumir riesgos excesivos o hacer caso omiso de los consejos de los demás.

Percepción interpersonal. Las personas con poder pueden rodearse de aduladores y sobrestimar las alianzas con otros miembros de la organización. 

El poder puede tener muchos beneficios, desde mejorar la salud hasta aumentar el foco. Sin embargo, hay que estar alerta con las trampas que conlleva. 

Más información en el artículo "Cómo lograr autoridad y no perderla"
 

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