viernes, septiembre 05, 2014

Las claves del líder del siglo XXI entroncan con las competencias del coach que define ICF

Estamos asistiendo en los últimos días a innumerables informaciones por los diferentes acontecimientos políticos sobre el liderazgo y la capacidad de dirigir. ICF España, la asociación de coaches de mayor prestigio del mundo y la que vela por el desarrollo y la calidad del coaching profesional, quiere recordar como ya en la antigua Roma se diferenciaba entre la autoridad y el poder, auctoritas y potestas.

Según estudios recientes, uno de los principa les motivos del fracaso de los directivos españoles es no saber liderar, no cohesionar equipos, no ser fuerza o motor generador de ideas y crecimiento, en definitiva. ¿Por qué ocurre? Hasta hace relativamente poco, los directivos y todos aquellos que ocupan puestos de responsabilidad, utilizaban el método de la imposición y el control férreo para gestionar personas.

Este tipo de gestión genera miedos e inseguridades, lo que mata la creatividad, el compromiso y la motivación. Hoy en día y atendiendo a lo que hemos podido aprender de los grandes líderes históricos, podemos decir que existe un nuevo tipo de liderazgo que se apoya en habilidades de Coaching, un liderazgo basado en la autoridad y no simplemente en el poder.

De los grandes líderes hemos podido aprender que el recurso más valioso con el que cuentan para llevar a buen puerto su cometido son las personas, sus fieles y leales colaboradores. Por ello, el primer paso, para un gran futuro líder, es “reconocer su importancia, y por ello la jerarquía de a paso a la colaboración y al apoyo; y la censura a la evaluación honesta”, señala Julio Marco, secretario General de ICF España. Lo primero que subyace es que el cambio ya no es temido sino bienvenido, y la motivación externa da paso a la motivación interna.

La gran paradoja está en que “para liderar, hay que servir”. En definitiva, un liderazgo basado en la autoridad.

Poder significa “capacidad de acción” es decir, que puede y tiene en sus manos el quitar o poner, el dar o no dar, el ascender o despedir, etc. Es decir está basado en la capacidad coercitiva de las personas que lo ostentan y dura lo que dura su cargo diferencia del poder, la autoridad no viene implícita en el cargo. La autoridad la otorgan los demás, se gana día a día, acto a acto, y se extiende mucho más allá de lo que dura el poder.

“Es la capacidad moral de dirigir, aconsejar, y emitir opiniones cualificadas, ganada a través de la generación de confianza y la demostración de determinadas competencias, habilidades y valores que otorgan una legitimación social fuera de toda duda. Es la esencia de la que están hechos los auténticos líderes”, afirma María López Herranz, past presidente de ICF España.

Un gran líder es siempre un hombre/mujer de empresa y por ello debe tener unas competencias que se salen de los cánones técnicos y pasan por habilidades y valores: capacidad de adaptación al cambio y por tanto flexibilidad; claridad de visión estratégica; creatividad y valentía para seguir adelante; visualización del objetivo; construir una visión positiva e ilusionante y compartirla y contagiarla con todo el equipo para que lo puedan hacer propio; pensamiento adaptativo y multicultural; y creación de una marca personal y una reputación.

Estas habilidades necesarias para el líder entroncan directamente con las 11 competencias que define ICF para el coach: adhesión a un código ético (valores por los que se rige); establecer un acuerdo/alianza (con el equipo); crear conjuntamente la relación (apoyarse y apoyar); estar presente (capacidad de gestionar el equipo); comunicar con efectividad (claridad y transparencia); escucha activa; realizar preguntas (querer saber); diseñar el camino (las acciones, el proceso); establecer y planificar las metas; crear consciencia (involucrar, compartir la visión ilusionante) y gestionar el proceso y la responsabilidad en el mismo.

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