martes, agosto 26, 2014

¿Cómo adquirimos nuevos hábitos productivos? (I)

La constancia no está en empezar sino en perseverar” Leonardo Da Vinci.

Entendemos por hábitos, cualquier comportamiento aprendido que es repetido regularmente de manera automática (o casi). Los hábitos definen, en buena medida, nuestro comportamiento y los vamos adquiriendo según vamos creciendo, muchas veces sin plantearnos su utilidad o necesidad. Somos lo que hacemos, no somos lo que decimos.
Tradicionalmente, los especialistas en conducta nos han venido diciendo que la formación de un hábito llevaba unas tres semanas o 21 días. El veintiuno es casi un número cabalístico. Como curiosidad, decir que 21 días parece ser el plazo medio que tardan en convertirse en neuronas las células madre que generamos diariamente (unas 1.400) mediante un proceso llamado neurogénesis.
Lo cierto es que un estudio bastante reciente del University College de Londres dice que es necesario un máximo de 66 días para crear un hábito y que éste permanezca con el paso de los años. Con solo 21 días, según este estudio, las neuronas no asimilan lo suficiente un determinado comportamiento y es fácil abandonarlo (*el mismo estudio reconoce que dicho plazo depende del tipo de hábito, de la persona en cuestión…).
Sea como fuere, no pretendo convertir esta entrada en un artículo de neurociencia o psicología conductual. Simplemente me gustaría aplicar lo que se conoce sobre formación de hábitos a la productividad personal.
Sobre el tapete, dos noticias: una buena y una mala.
La buena es que los hábitos se pueden adquirir. Puede que existan diferencias en los plazos o métodos para conseguirlo pero es un hecho empírico que la adquisición de hábitos es connatural al ser humano.
La mala es que los hábitos no se pueden suprimir. Es una noticia mala sólo a medias ya que, los hábitos no se pueden suprimir pero sí sustituir. Sustituir un hábito, durmiendo el subyacente, es más complicado que adquirir uno nuevo pero es perfectamente posible.
Para crear un hábito es útil anclarlo a una rutina que ya tengas establecida. Por ejemplo, si quieres preparar diariamente tu jornada de trabajo y vas en tranvía al mismo tiempo, aprovecha el viaje para planificar tu jornada en cinco minutos. Al cabo de poco tiempo te resultará imposible ir en tranvía al trabajo sin esbozar las tres cosas más importantes de tu jornada.
Para sustituir o modificar un hábito es útil desanclarlo de la rutina disparadora. Por ejemplo, si quieres leer medio hora al día pero te duermes en la cama con el libro entre las manos quizás debas leer sentado en el salón o probar a levantarte media hora más temprano y leer temprano aprovechando el sosiego matinal.

¿Para qué adquirir nuevos hábitos?
Adquirir nuevos hábitos es una forma de crecimiento. Los hábitos actuales forman una estructura que se suele llamar zona de confort. La zona de confort es dónde nos sentimos cómodos, dónde tenemos todo controlado.
Debemos evaluar la calidad de nuestra zona de confort ya que ésta tiene aspectos positivos pero también negativos. El principal aspecto positivo es la automatización. Si nuestros hábitos son excelentes, produciremos excelencia “sin despeinarnos”. En el otro extremo, si nuestros hábitos son pobres, nuestra zona de confort se convierte en una pesada armadura que limita nuestras posibilidades y nuestra capacidad de desarrollo.
Nadie nace con hábitos. Los hábitos los vamos adquiriendo según crecemos. Por tanto, es más que posible que nuestra zona de confort esté compuesta de hábitos adquiridos por imitación y/o herencia sociocultural.
Hay gente que nunca revisa sus hábitos: siempre va al trabajo por el mismo camino, se sienta en la misma silla en clase, come lo mismo en su restaurante favorito o navega “un ratito” por Internet antes de ponerse a trabajar.
El control aporta comodidad pero también es limitante. Como decía Mario Andretti, “Si todo parece estar bajo control, significa que vas muy despacio”.
En la próxima entrega enumeraré algunos hábitos productivos  y abordaré algunos consejos prácticos que a mí me han funcionado.
Artículo originalmente publicado en ¿Qué aprendemos hoy?

Rubén Alzola

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