martes, febrero 25, 2014

Recuperar el vínculo con las personas

Ana cambió de trabajo en busca de crecimiento; al principio le encantó la relación con su jefe, pero eso se modificó hasta el punto de que sólo se contactaba con ella para marcarle los errores
Ana es analista de Presupuesto y Control Presupuestario en una empresa petrolera. Como profesional ya recibida había tenido un buen desempeño en otra compañía y decidió iniciar un cambio laboral como una forma de crecimiento. Luego de un exhaustivo proceso de selección que incluyó una consultora y encuentros con José, quien luego sería su jefe, ingresó a la empresa.
Las reuniones posteriores a su contratación superaron ampliamente sus expectativas. Esto auguraba el inicio de un buen vínculo. José se mostró sumamente cordial en los primeros encuentros. Lejos de sentirse avasallada en su plano personal valoró mucho la manera en que se iniciaba esta nueva relación y la consideración que su nuevo jefe tenía no sólo a su trayectoria laboral, sino a sus aspectos personales.
Sin embargo, unas semanas después del ingreso todo comenzó a cambiar. El diálogo se había cortado, las reuniones casi habían desaparecido y se limitaban al intercambio de información, el que muchas veces se hacía de manera virtual. Esta circunstancia se prolongó en el tiempo.
Durante los años siguientes Ana no sólo contribuyó como empleada, sino que también tuvo una vida llena de circunstancias. Estudió una maestría en Negocios, se casó, tuvo que mudarse cuando su familia creció, falleció su padre y tantas otras cosas. Sin embargo, ninguna de esas ocasiones fue motivo de conversación con José ni causa de un reconocimiento o justificación para un acercamiento.
Ello no ocurría a medida que Ana se desarrollaba profesionalmente y como fruto de ese crecimiento tenía aciertos, pero también cometía errores. Era en esas instancias cuando parecía que cobraba importancia frente a su jefe, y ahí sí era objetivo de sus reproches y reprimendas.
Más que enojarse, Ana se desconcertaba. En fin, no era este tipo de comunicación lo que había aprendido en los libros o en la Facultad, mucho menos aún lo que las primeras entrevistas le habían sugerido. Pero, sobre todo, Ana sentía desazón.
Esta forma de liderar de José no es una excepción en el mundo de las empresas. Por el contrario, es moneda corriente. Aun las más grandes que se jactan de invertir grandes presupuestos en capacitar a los líderes, en crear culturas y atmósferas adecuadas.
Y entonces, ¿cómo lo resolvemos? Sin dejar de lado las prácticas oficiales y necesarias de nuestras empresas, trabajar sobre lo más importante del liderazgo: rescatar el vínculo como elemento esencial poniendo énfasis en las ventajas que trae poder tener buenas relaciones personales en ambientes profesionales.
No sólo por el bien de Ana, sino por el de José y el de la compañía donde se desempeñan. 

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