viernes, febrero 14, 2014

Los hombres que siguen a las mujeres

Cada vez con más frecuencia en la Argentina, aparecen hombres que deciden dejar sus trabajos, aceptan nuevos roles en la familia y adaptan su vida personal para ir detrás de la floreciente carrera profesional de sus mujeres.

Magdalena Tejedor tiene 35 años y vive en Guachipelin, Costa Rica, una zona que podría asimilarse a la de San Isidro, en la provincia de Buenos Aires. La joven trabaja en el área de Recursos Humanos unas diez horas diarias -"feliz", dice- y su esposo aceptó seguirla dejando todo en la Argentina. Se trata de una asignación de 18 meses, pero a ella le servirá para adquirir experiencia y darle un empujón a su carrera, mientras que su esposo aprovechará ese tiempo como un período sabático para hacer todo aquello que no podía en su país: aprender inglés y pensar cómo dirigir la empresa familiar que lo aguarda en Buenos Aires.

¿Seguir a una mujer? ¿Quedarse en casa cuidando a la nena mientras ella, vestida de ejecutiva, salta -smartphone en mano- de una reunión al avión? Quizá sean poco difundidos, pero cada vez son más los casos en los que el hombre sigue y se adapta a los avatares de la carrera de su mujer, ya sea cambiando de destino, adoptando roles menos convencionales o aceptando que su esposa pase muchas horas fuera de casa.

"Contrariamente a lo que se dice, la pareja no deja de funcionar porque la mujer adquiera poder o gane más dinero, sino porque no se cumplió con un pacto preexistente", explica Silvia Rodil, de Portal RH. "Si se acordó que ambos habían estudiado para concretar sus sueños profesionales, empresariales o laborales esto debe respetarse", agrega.

En estas decisiones, en las que la pareja o a veces toda la familia debe cambiar, no se trata de convencer a nadie. "El otro debe comprar per se el proyecto. Si no es compartido, no funciona. Una, como mujer, puede dar todos los argumentos, pero cuando ambos llegan felices al nuevo destino y es el hombre el que está en la casa todo el día -aún mientras busca algo a qué dedicarse- las semanas pueden ser eternas y eso puede minar la estabilidad de la pareja", comenta Tejedor.

Jimena Cobreros, actual consejera senior de Global Commerce en Procter & Gamble (P&G), dudó cuando en 2011 le propusieron dejar Buenos Aires para trabajar en Panamá. "La primera sensación fue decir que no, porque consideraba que iba a ser muy difícil para mi esposo dejar su trabajo y volver a empezar en otro país. Conocíamos otros casos de gente que se había ido, pero en su mayoría eran hombres, y sus mujeres no trabajaban. Para mí, era muy difícil pedirle que dejara todo para seguirme sin tener en claro su futuro laboral", explica la ejecutiva.

Ella tenía siete años de experiencia en la empresa y otros dos en el estudio Marval, O'Farrel & Mairal cuando recibió la propuesta. El puesto implicaba responsabilizarse de casi toda América latina y reportaba directamente a los headquarters en Estados Unidos. Su esposo, arquitecto, estaba en un proyecto de diseño y construcción de cinco casas en San Isidro, y su hija de 2 años estaba por empezar el jardín.

Lo habló con su familia y amigos y lo consultó con su jefe en la Argentina. "Necesitaba saber cuál era mi plan de carrera y estar segura de que si por alguna razón el cambio no funcionaba para mi familia, yo podía regresar", confiesa.

Contrariamente a lo que Cobreros suponía, su marido consideró la mudanza como "una oportunidad" para la familia y decidió usar ese tiempo para participar en concursos internacionales de arquitectura. Durante el primer año en Panamá, él se dedicó a cuidar de la nena y a los concursos, mientras ella se ocupó de aprender todo lo vinculado a su nuevo rol, especialmente las leyes y particularidades de cada país.

Actualmente tienen otra beba, de un año, nacida en Panamá y su marido consiguió un excelente trabajo como project manager en varias obras. "Eso hace que no sólo pueda seguir creciendo profesionalmente, sino que también esté feliz y encarando desafíos que tal vez jamás hubiera tenido la oportunidad de conocer si no nos hubiéramos animado a este cambio", afirma.

Stella Low es VP de Comunicaciones Globales de la firma de tecnología EMC. En 2013 recibió una oferta para dejar el Reino Unido y trabajar en Boston. Su esposo, no sólo aceptó dejar su empleo, sino cuidar a tiempo completo a su hija de seis años.

"Siempre hablamos de contratar una niñera, pero cuando a los 3 meses venció mi licencia por maternidad y tuve que volver a trabajar, hice números y me di cuenta de que financieramente no nos cerraba. Le pregunté, con temor, si no quería dejar su trabajo para ocuparse de la nena. Al principio temí su reacción, pero le encantó", cuenta.

Él estaba en temas de investigación de mercado y su trabajo pasaba por hacer llamadas telefónicas. No disfrutaba lo que hacía y vio esto como una posibilidad de volver a la pintura que es lo que realmente disfrutaba; su verdadera pasión.

"Cada familia -explica Stella- tiene sus propios arreglos." Igual duda, especialmente cada vez que su madre los visita, y le dice que "está loca". "Cada tanto le vuelvo a preguntar a mi esposo si está conforme, pero una y otra vez me repite que si, que le gusta", confirma.

Las nuevas generaciones son más flexibles en aceptar esta alternativa y la pareja tiende a ser más compañera en las decisiones, sostiene la consultora en Recursos Humanos, Gloria Casano. "Nada asegura el éxito del matrimonio, pero el análisis de la situación, la buena comunicación y definir algunos aspectos de antemano favorecerá que todo marche de la mejor manera", recomienda.

Los nuevos roles

Esta situación, impensada hace 40 años, obliga a modificar ciertos roles, no sólo de la pareja sino también del resto de la familia. Los padres, a veces mayores, juegan un rol importante y pueden estimular o frustrar la decisión.

"Qué pasaría con nuestros padres y con la adaptación de los chicos es lo que más analizamos con mi esposo", comenta Silvia Cal, al explicar cómo, a los 40 años, aceptó una vacante en Midland, Michigan, para la gerencia de Operaciones Financieras de Dow. Era 2006. Su esposo estaba en la empresa AUSA en un trabajo poco atractivo, sin un plan de carrera que lo apasionara y dispuesto a renunciar a su trabajo para seguirla. Evaluaron los pros y contras, y con sus dos hijos se subieron al avión.

Cal no se arrepiente y siente que aprendió muchísimo al trabajar "en la cocina de la tesorería". En las oficinas centrales es donde se decide todo en la compañía. "Ahí tenés la oportunidad de conocer y aprender un volumen de cosas que no las ves cuando trabajás en una filial", valora Cal.

Analía González, licenciada en Administración de Empresas, con máster en Finanzas por la Universidad Di Tella, era en la pareja la que no quería dejar Buenos Aires cuando en octubre de 2012 se enteró que podría asumir una posición en Miami para un banco líder.

Su pareja desde hacía 5 años, quizá más cosmopolita -había vivido anteriormente en Nueva Zelanda y en Italia- la apoyó, y aceptó dejar su trabajo en relación de dependencia en la CNEA y vender un negocio en la zona oeste, que sólo le daba problemas. "Él quería un cambio. Yo, que al principio no quería saber nada, fui aflojando. No teníamos hijos y además Miami está ahí nomás. Todo cerró, pero nadie convenció a nadie", relata Analía.

Vivir solos y sin ayuda no es fácil. Él está tramitando una autorización de trabajo para poder dedicarse al negocio de la madera y mientras esa cuestión avanza, es quien se ocupa de investigar cómo es la vida y las cosas cotidianas del nuevo destino.

Es la ley de las compensaciones. "Estamos tapados de cosas para averiguar y resolver, no sos nadie, tenés que sacar seguro, hacer todo solo, pero andás en roller, compramos bicis y tenemos otro estilo de vida. Mucho trabajo, pero menos estrés. Acá ya no pienso que me van a robar en el subte", confiesa la joven. 

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