A su paso por Buenos Aires, Ken O’Donnell, consultor internacional, habló sobre cómo cambiar y humanizar el mundo del trabajo. La perspectiva femenina.
Ken O’Donnell sabe de gestión y liderazgo tanto como de serenidad de espíritu. Practica meditación raja yoga desde hace más de tres décadas y lleva dados no menos de 2.000 cursos y charlas en los cinco continentes como Consultor Internacional en el área de Desarrollo Organizacional de Empresas. Sus clientes son Citibank, Mercedes Benz, Fiat o Petrobrás, entro otros. Desafío y mérito al mismo tiempo, este autor y coach australiano, que reside en Brasil, logró que grandes líderes, figuras públicas y ejecutivos de todos los niveles asuman y vivan desde una perspectiva más humana el complejo y no muy amable mundo del trabajo.
Pasó unos días por Buenos Aires -invitado por la Universidad Espiritual Brahma Kumaris- durante los cuales dio una serie de conferencias para intentar explicar cómo humanizar las relaciones laborales. Y a solas con Clarín Mujer, tuvo la gentileza de enfocarse en el tópico de la eficiente gestión de la autoridad, cuando las que dirigimos somos nosotras.
Ken trae a cuento su participación hace pocas semanas del encuentro El liderazgo sostenible, una cuestión de género, y asegura que hay que equilibrar los números, pero aclara: “El mundo necesita las cualidades femeninas. Pero un hombre podría desarrollar su lado femenino y entonces no sería necesario poner en una posición de liderazgo a una mujer que tal vez tenga ya rasgos masculinos negativos como la agresión, por ejemplo. Incluso una mujer-hombre puede ser peor que un hombre.
¿Qué necesitamos entonces? Hace un tiempo quisieron entender cómo funciona Google, que es la segunda mejor marca del mundo y para cuyas prácticas no importa el género, si no que uno sea bueno en lo que hace. Descubrieron algo interesante: lo referido a la tecnología ocupa el octavo lugar en la lista de prioridades. Las primeras cuatro hacen referencia a características humanas: ser un buen coach, preocuparse por el otro y por si está avanzando, mostrar interés en el desarrollo de su carrera y en su bienestar, saber escuchar. Es en este ambiente de nutrición en el que la gente se desempeña mejor”.
O’Donnell declara innata en las mujeres la capacidad de nutrir. Y agrega: “Los liderados son como plantas -explica-. Necesitan tierra, aire, agua, fuego, espacio y tiempo. Si yo como líder los estoy nutriendo, les aseguro tanto una buena base de valores como consideración, preocupación y motivación. También les aseguro tiempo, que es paciencia, y espacio, que es libertad. En estas condiciones los resultados sólo pueden ser positivos. Si, en cambio, no preparo bien las circunstancias de crecimiento, no obtendré más que efectos adversos. No puedo pararme frente a una plantita a gritarle ‘¡Crece imbécil!’. Generalmente no creamos ambientes saludables, pero esperamos resultados saludables. ¡Es ridículo! Si soy un buen líder, tengo que ser muy hábil para ver e interpretar lo que está pasando y asumir una postura de humildad que históricamente los hombres no han mostrado. Salvo aquellos señores exitosos, que tienen un lado femenino más acentuado, que escuchan y están más preocupados por el bienestar, porque saben que si el otro progresa, ganamos todos”.
Inspirar el cambio
El coach australiano cuenta divertido que es el creador de una palabra que hoy está diseminada por Internet, como si siempre hubiera formado parte del diccionario: “endocalidad”. La inventó, explica, en la época en la que estaba de moda hablar sobre calidad en los servicios o sobre índices de calidad de productos. “¡Me dije que en una empresa la calidad tenía que ser interior también! Endocalidad es calidad de adentro hacia afuera. Es necesario no sólo cuidar la calidad de lo que se produce o la calidad en relación con el medio ambiente, el proveedor y los empleados, sino también la calidad de mi propia vida y mi trabajo para evitar que el mundo se vuelva una esquizofrenia diaria. Tengo una realidad en mi casa y una realidad distinta en la empresa. Y estos dos “yo” que soy sufren por las fallas en ambos lados. Busquemos entonces la calidad total. La persona que lo consigue pasa por los mismos huecos en la carretera que los demás, pero va con amortiguadores”.
-Los beneficios de la espiritualidad y actuar desde el rescate de los valores, ¿funciona si los promueve el jefe y lo “contagia” hacia abajo, o el primer paso hacia un entorno de trabajo más humano, podría darlo incluso el liderado?
Debería iniciarse desde las gerencias medias para abajo y para arriba ya que ocupan más espacio en términos de relación: son el 20% de la población de una organización y manejan el 80% de las cosas. Están en cada detalle. Sin embargo, si los ejecutivos y CEOs son inspirados, el proceso de transformación será mucho más acelerado para todos.
Coincide en que es casi una constante aún en las empresas de Latinoamérica dirigir y controlar a través de los malos modos. Afirma que hay “dictadores”, pero también “dictadoras”: “Este modelo está condenado a muerte porque la complejidad del mundo hoy es tal que ninguna persona tiene todas las respuestas -afirma-. Las soluciones pueden venir de cualquier lado. Estamos obligados a acceder a la inteligencia colectiva, a crear ambientes de cooperación y de energía más genuinos. La empresa que así no lo entienda, tiene fecha de caducidad. ¡Hoy no se puede controlar a las personas!”.
-¿Cómo puede entonces empezar a mejorar el entorno una mujer que ocupa un cargo de poder?
Primero se tiene que preguntar: “¿Mi gente es más feliz cuando yo llego o cuando me voy?”. Debe analizar objetivamente el pacto que tiene con los demás. Eso no significa ser dulce siempre, pero tampoco destruir los sentimientos ajenos. Segundo, el liderazgo entendido desde la perspectiva femenina tiene dos aristas importantes: una es el contexto. Cuanto más lo observo, mejores decisiones voy a tomar. Pasado, presente, futuro… Tengo que mirar de una forma más holística y entonces sabré por dónde ir. La otra arista es la relación. Relación es conversación: si no converso, no hay relación. Y si no hay relación, tengo un puesto, pero no soy jefe. Debe poner atención a la forma en la que se conecta con la gente y al impacto que tiene su presencia o ausencia. Y también debe hacerse ciertas preguntas: ¿Estoy indagando en mis valores profundos? ¿Me conozco más? Mientras me centro en mí, me abro. Este es el nuevo liderazgo. Todo lo demás resulta obtuso”.
Silvina Dell’Isola
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