domingo, octubre 21, 2012

Jefes sin gracia


Imagino que lo conocerán por experiencia propia, pero son pocos los jefes que te agradecen el esfuerzo que realizas por encima del salario que te pagan. Yo los he tenido. Pero no abundan. Entiendo que por ejercer tu trabajo habitual, correctamente, no merezcas ni una palmadita, ni un agradecimiento; pero en estos tiempos de dificultad, donde casi todos acaban arrimando un poco más el hombro, tanto en la administración pública como en la empresa privada, las sonrisas y dar las gracias deberían abundar más que antes. Cuando fui jefe, con unas cuantas personas bajo mi responsabilidad, confieso que a veces por olvido y otras por dejadez, no di las gracias en ocasiones, probablemente para algunos demasiadas.
Rectifico ahora y aprovecho para hacerlo. Que conste que me gusta corresponder, y no por costumbre solo, sino por reconocimiento al trabajo bien hecho, al esfuerzo, al mérito. Igual que pedir perdón, ya sea cuando nos equivocamos con un compañero de trabajo o un subordinado, si no hemos actuado con honradez, o cuando de alguna manera le hemos maltratado. Y hay jefes que siempre tienen la razón. Estos son los peores.
En esta Castilla nuestra estamos poco acostumbrados a los gestos, puede que hasta los consideremos excesivos, probablemente pensemos que sea mejor no recibirlos en demasía y aguantar cuando luego te peguen una puñalada por la espalda, pero llega a parecer que los castellanos no supiéramos reconocer las cosas. Hay hasta dirigentes que se rodean de personas ineptas porque creen que de esta manera no peligra su puesto de trabajo y colegas que no comparten información porque piensan que si solo ellos la conocen tienen el poder y más facilidad para mantener su empleo. Evidentemente, si sus superiores son como ellos, lo tienen fácil, pero sin embargo será muy difícil que ese equipo crezca, genere ideas y trabaje conjuntado. Cada uno irá a lo suyo. Y acabarán desalentados. Cuesta crear equipo porque hay que compartir y sufrir juntos, pero es muy fácil destrozarlo. Y cuesta también reconocer el trabajo del otro, aunque solo sea con una sonrisa. Más cuando el que lo ha hecho ha aportado más de lo que tú llegaste a sugerir, y además es un subordinado.
Y es la ciencia la que nos cuenta, según un estudio publicado por las universidades de Harvard, California y Standford (todas en EE UU) en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)  que, a pesar de la percepción común de que los jefes tienen mayores niveles de estrés que sus subordinados, los altos cargos poseen niveles más bajos de cortisol –conocida como la hormona del estrés– y menos ansiedad que sus empleados. Siempre hay excepciones.

Antonio José Mencía 

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