martes, septiembre 11, 2012

Los jefes gritones están en vías de extinción de los lugares de trabajo

El nuevo consenso entre los gerentes es que gritar alarma a los empleados, los desmotiva en lugar de inspirarlos, y afecta la calidad de su tarea.

Nadie se olvida de un jefe que habla a gritos a los empleados y los deja sintiéndose indefensos y constantemente alterados, y a veces reducidos a lágrimas cuando llega la explosión.

Es una figura en la que Andrew Cornell promete no convertirse. A veces tiene ganas de hablar a alaridos cuando los trabajadores de su fábrica no cumplen con las expectativas. Pero se muerde la lengua. "Gritar es un vestigio del pasado, y siempre termino lamentándolo", asegura a The Wall Street Journal Americas Cornell, presidente ejecutivo de Cornell Iron Works en Mountaintop, estado de Pensilvania.

En cambio, mantiene reuniones cortas y frecuentes con empleados que tienen problemas, en lugar de "esperar al final, hasta tirar una bomba nuclear y dejar todo manchado de sangre".

Sin dudas, consigna The Wall Street Journal Americas, el jefe gritón parece estar en vías de extinción del lugar de trabajo.

El nuevo consenso entre los gerentes es que gritar alarma a los empleados, los desmotiva en lugar de inspirarlos, y afecta la calidad de su trabajo.  
Algunos jefes también temen desatar una demanda por acoso o terminar como la estrella de un vídeo que termina distribuido por todo Internet. Mientras los subordinados quizás se esfuercen en su trabajo con jefes difíciles, al esperar una pizca de elogios, pocos empleados rinden mejor en medio de gritos

La agresión verbal suele dañar la memoria laboral de las víctimas, reduciendo su capacidad de comprender instrucciones y desempeñar tareas básicas como operar una computadora, según varios estudios de empleados de empresas de telefonía celular y estudiantes de ingeniera publicados este año en el Journal of Applied Psychology.

Trabajadores que afrontaron quejas de clientes hostiles y agresivos tuvieron menos probabilidad de recordar de qué se trataba la queja, comparados con trabajadores que trataban con clientes calmados.

El lugar de trabajo se ha vuelto más civilizado, según muchos parámetros. Cuando Lucinda Maine, presidenta ejecutiva de una asociación profesional de Alexandria, estado de Virginia, enfrentó problemas familiares hace poco, les gritó a algunos de sus vicepresidentes.

"Es mejor que gritarle a la recepcionista, pero hablar en voz alta nunca es apropiado", señaló en declaraciones publicadas por The Wall Street Journal Americas.

La ejecutiva se disculpó rápidamente con cada uno, y luego convocó a una reunión de su equipo para compartir lo que había aprendido: mantener controladas las emociones en el trabajo cuando uno está estresado en el hogar requiere de "inteligencia emocional", afirma.

Pero la forma en que peleamos en el trabajo no siempre es saludable. Hay mucho ira y frustración. Los gerentes gastan alrededor de 25% de su tiempo en resolver conflictos, según investigaciones.

La "parte no tan buena" de la tendencia de no gritar "es que la gente se traga las cosas", lo que motiva que las frustraciones se manifiesten de otras formas, dice Jack Lampl, presidente del Instituto A.K. Rice para el Estudio de los Sistemas Sociales, con sede en Rainier, estado de Washington.

Una de las formas favoritas de descargarse son los e-mails, que "sirven como una válvula de escape, pero tienden a inflamar el conflicto. Un mensaje lleno de ira "asume un rol muy corrosivo en el trabajo, que da pie a chismes y socava a los demás", señala.

Tal como relata The Wall Street Journal Americas, el año pasado, Melanie Brooks, editora de Bangor Metro Magazine, se enojó cuando un redactor no terminó un artículo a tiempo, lo que la obligó a completar el trabajo ella misma y perderse un evento laboral al que preveía asistir. La editora le envió un correo electrónico al redactor que decía: "Conseguí la información que faltaba, pero casi me MATA. Este es tu trabajo, no el mío". Agregó que no quería que volviera a suceder.

Brooks, que vive en Orono, estado de Maine, pensó que el e-mail era sucinto, directo y mejor que sermonear al redactor por teléfono. Pero al día siguiente, el redactor llamó al jefe de Brooks y se quejó durante casi media hora por el mensaje, y el jefe le reprochó a la editora por haber regañado al periodista por escrito.

Otros usan "gritos silenciosos" para desahogarse, afirma Sylvia LaFair, directora general de Creative Energy Options, una empresa de asesoría en liderazgo con sede en Sonoma, California. "Te miran con la cara petrificada, se encogen de hombres, aprietan sus manos", dice. Otros, en tanto, expresan el enojo a través de sarcasmo o sólo silencio.

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