sábado, septiembre 22, 2012

Aprender del jazz


El jazz es un ritmo que no tiene partitura. Florece en el desorden -- o desorden aparente -- y nace de una cualidad que las empresas deberían imitar: la capacidad para escuchar a los demás del equipo.
En su libro Searching for a Corporate Savior: The Irrational Quest for Charismatic CEOs, Rakesh Khurana plantea que estamos más interesados en el CEO como creador de riqueza que en el negocio mismo. Por todas partes se evidencia el culto al líder. Analistas y académicos ayudan a perpetuar esta idea de los líderes como héroes individuales, como la fuerza que alienta las grandes causas. Porque quien no es líder es seguidor y eso arrastra una carga negativa. 

El jazz, sin embargo, enseña una estética diferente enseñando que seguir puede ser un trabajo satisfactorio y también una causa noble. El jazz se origina con un buen oído. El jazz es un ritmo que florece con la improvisación, no tiene un claro mapa de ruta sobre cómo actuar para coordinar a todos los participantes. La única ruta que tienen, en realidad, es escuchar. Los músicos tienen que escucharse muy bien entre sí, deben estar atentos no sólo a lo que está haciendo cada miembro de la banda sino también a lo que nadie está haciendo o diciendo. Cuando preguntaron al músico Miles Davis cómo improvisa, contestó que escucha lo que todos están tocando y entonces toca lo que falta. De manera que Davis tenía un oído tan generoso y sensible que podía oír fortalezas cuando las debilidades brillaban. Podía oír también las posibilidades, no la realidad. Y ésa es una gran diferencia. 

Su capacidad de escuchar es generosa, una apertura no egoísta a lo que el otro está ofreciendo y una buena disposición para ayudar a los demás a ser todo lo brillantes de que son capaces. Ser generoso no es lo mismo que no ser crítico. En el jazz, como en cualquier otro esfuerzo, la gente se estanca en frases y modos. No todos tienen que sufrir hasta que el o la líder encuentre el camino correcto. Pero la escucha generosa significa estar muy consciente de hacia dónde va el otro y percibir las posibilidades futuras de ese otro. En esencia, escucha generosa significa que usted está dispuesto a convertirse en el socio que piensa de sus colegas inmediatos, ayudándolos a navegar a través de los obstáculos del terreno mientras encuentra usted mismo su propio camino hacia adelante.

En el jazz, la escucha generosa se expresa primero y principal en lo que se conoce como “acompañar”: el ritmo, los acordes y las contra melodías con que los otros ejecutantes acompañan un solo improvisado. Ese acompañamiento llega al alma misma de esta forma de arte.

¿Es posible que los miembros de una organización hagan lo mismo? ¿Qué acompañen el pensamiento de los demás para que esas ideas sean realizadas, como los intérpretes de jazz se acompañan entre sí para llevar la música a su máxima expresión? Es posible, pero hacerlo requiere abandonar los patrones automáticos. Los miembros de una organización deben hacerse lugar unos a otros, suspender los esfuerzos por manipular y controlar los resultados, abandonar inversiones en planes predeterminados y a menudo someterse a protocolos conocidos. Para poder acompañar hay que aceptar una invitación a la apertura y a las maravillas que se puedan presentar. 

Frank J. Barrett

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