Nunca es fácil hablar con un
trabajador para decirle que está despedido. Nunca es fácil decir a un miembro
de nuestro equipo que no estamos del todo contentos con su trabajo y que
debería mejorar. Existe un determinado tipo de conversaciones que, en el mundo
laboral, son difíciles de mantener. Y sin embargo son necesarias. Pero de cómo
las enfoquemos, y de cómo nos preparemos para mantenerlas, dependerá en buena
medida el resultado final. Nos lo cuentan en un estupendo artículo de
Inc.com que te
resumimos a continuación:
1. Evita
negociar
Uno de los peores que podemos
cometer en convertir lo que tiene que ser una decisión firme, en una
negociación. Es cierto que si lo que estamos pidiendo en una subida de salario,
saber negociar va a jugar a nuestro favor pero en muchas otras conversaciones,
deberemos evitarla, ya que nos puede apartar de lo que era nuestro objetivo
principal.
En este sentido si percibimos que
nos estamos moviendo hacia ese terreno, podemos salir de él diciendo algo tan
simple como “Esto no es negociable, es algo que te estoy comunicando, es algo
que va a pasar”.
En otras ocasiones nuestro
interlocutor tratará de desviar la conversación hacia otros derroteros, y
seremos nosotros los que tengamos que volver a atraer su atención hacia el foco
central de lo que queremos comunicar.
2.
Procesa tus emociones como una persona adulta
Otro de los grandes problemas que
podemos experimentar, es el de dejarnos llevar por nuestras emociones. Si somos
emocionalmente
inteligentes y sabemos
procesarlas como adultos que somos, normalmente actuaremos de una forma
racional.
En cambio, si procesamos nuestras
emociones como los niños, dejándonos embargar por ellas, las posibilidades
de perder el control en una situación delicada, son bastante altas.
Incluso si estamos realmente
enfadados, no tiene ningún sentido comenzar a gritar, tirar cosas, romper
platos… porque no va a cambiar nada. Si procesamos correctamente nuestras
emociones, podremos transmitirlas a nuestro interlocutor de una forma muy firme
sin perder las maneras. Probablemente así conseguiremos más, porque no habremos
perdido el control.
3. Evita
dulcificar el mensaje
Cuando intentamos dulcificar
nuestro mensaje con frases como “no te preocupes que no es para tanto”,
o “ya verás como todo va a ir bien”, etc. cuando realmente sabemos que no va a
ser así, corremos el riesgo de estar lanzando el mensaje equivocado, un mensaje
que puede ser mal interpretado y que no hace ningún bien a nadie.
El problema con este tipo de
mensajes es que siempre contienen un alto componente de insinceridad, y nuestro
interlocutor lo percibe. Cuando por ejemplo tenemos que decir a uno de nuestros
empleados que está haciendo mal determinadas cosas, debemos asegurarnos que el
mensaje que le trasladamos es claro, que no hay ambigüedades.
Esto no quiere decir que debamos
ser bruscos o insensibles, pero tampoco hay que hacerle ver que “no es para
tanto” porque no queremos que se sienta mal por ello, porque de esta forma no
vamos a corregir el problema. Y por supuesto podemos aplicar esta sinceridad y
seguir siendo comprensivos, apoyarle en lo que necesite, ser amables…
4. Evita
los nervios
Cuando tenemos que comunicar un
mensaje importante, es vital no mostrarnos ni nerviosos ni inseguros.
Una buena técnica consiste en
respirar profundamente antes de comenzar a hablar, realizar todas las pausas
que sean necesarias para no hablar de forma atropellada e incluso hablar más
lento de lo habitual si es necesario.
Permite que tu interlocutor tenga
un momento para asimilar el mensaje que le acabas de transmitir.
Puede que haya un momento de
silencio incómodo, pero no intentes rellenarlo con “palabrería”, sino que
simplemente espera a escuchar lo que la otra persona tiene que decir, porque no
se trata de mantener una conversación agradable, sino una conversación
importante.
5.
Prepárate para asistir a una “escena”
Puede que al conocer el carácter
de determinadas personas, podamos sospechar que la posibilidad de que “monten
una escena” después de que les comuniquemos lo que le tenemos que decir, es
bastante alta.
Prepárate mentalmente para ello.
No les interrumpas si chillan o lloran (puede pasar cuando alguien es
despedido). Más bien al contrario, permíteles que tengan un momento de
intimidad para asumir la noticia manteniéndote en un silencio distante.
Lo que estamos haciendo en estos
momento es asistir a un momento que puede ser doloroso para nuestro
interlocutor, y estamos dejando que pasen el mal trago a su manera. No tenemos
“derecho” a intervenir en este momento, a menos que la escena suba de tono y
tome un carácter violento, se produzcan insultos que están fuera de lugar, etc.
En este momento, sin perder los
nervios, simplemente diremos algo como: “Entiendo que no te gusta lo que te
tengo que decir, pero esto no quiere decir que puedas comportarte de esta
forma, tan fuera de control. Puedes calmarte, o me veré obligado a que otra
persona tenga que intervenir”.
6. Un
plan B
Si realmente tememos cómo puede
ser la reacción de una persona, siempre podemos optar por no tener esa
conversación en solitario, sino contar con la presencia de una tercera persona
que nos pueda apoyar si las cosas se ponen feas.
7. Sigue
adelante
Por último y si se da el caso, es
importante hacer saber a nuestro interlocutor que lo que ahora pueda parecer
tremendo, con el tiempo pasará, que quizás lo que está obteniendo es una
oportunidad de cambiar, de re-enfocar su carrera o incluso su vida, de mejorar
que, en definitiva, nada es para siempre.
Siempre tan interesantes artículos, siempre aprendo de usted...
ResponderEliminarSaludos
Lucía, son bienvenidas tus opiniones.
ResponderEliminarSaludos.