sábado, agosto 07, 2010

Victorinox, una empresa familiar fiel a sus valores humanos

Una empresa que no despide a nadie, que se toma en serio las preocupaciones de sus empleados y además paga bien. ¿Es posible o sólo existe en un cuento de hadas?

Victorinox, fabricante de la famosa navaja suiza, parece haberse acercado mucho al ideal. Su producto está presente en todo el mundo: el Papa tiene una, los astronautas estadounidenses la llevan como parte de su equipamiento, y los soldados alemanes y daneses la siguen portando hoy igual que el Ejército suizo desde 1891.

La empresa, que ha pasado por más de una crisis, da trabajo a 1 800 personas y en 2009 tuvo una facturación de 500 millones de francos suizos (unos 476 millones de dólares/374 millones de euros).

Sin embargo, nunca ha sido despedido nadie por cuestiones económicas. Y así seguirá siendo, aseguran los actuales responsables de la compañía, todos de la familia Elsener.

Desde hace 125 años defienden el lema “Humildad y diligencia”. No hay otra empresa en la que haya tantas celebraciones de aniversarios laborales, tan sólo este año unos 30, y eso que sólo se llevan a cabo con empleados que llevan más de 25 años en la compañía.

Hay decenas de personas que llevan 40 y 50 años en Victorinox. Y al recorrer las instalaciones no hay nadie que no lleve mucho tiempo allí, excepto por los 40 jóvenes aprendices. Además hay unos 30 empleados con discapacidades.

El producto estrella, el “Swiss Army Knife”, ha dejado de ser desde hace tiempo el principal de la empresa, que se ha hecho un nombre también con cubertería, relojes, indumentaria, maletas, electrónica e incluso perfume.

Creada en 1884 por Karl Elsener en Ibach-Schwyz, Victorinox se ha mantenido como una empresa familiar, y en medio de las subidas o bajadas de la bolsa aquí siguen contando valores como la honradez y la lealtad, afirma Hans Schorno, empleado desde hace 19 años.

Para que siga siendo así, la compañía fue convertida en un 90 por ciento en fundaciones. La familia ya no cuenta ni con el diez por ciento del capital, por lo que once herederos decidieron renunciar a su fortuna.

Para ello hizo falta un “gigantesco trabajo de persuasión”, comenta un enterado. Pero al final se logró, porque todos los hijos habían sido criados bajo ese espíritu.

Victorinox -cuyo nombre surgió de la unión entre el de la madre del fundador, Victoria, y el acero inoxidable creado en 1921- paga un diez por ciento más en salarios que la media suiza. El sueldo mínimo es de unos 50 000 francos (unos 37 500 euros/48 000 dólares), pero los gerentes reciben cinco veces eso, es decir unos 250 000 francos al año, una cifra moderada en comparación.

Ese es el caso del responsable “junior” del negocio, Carl Elsener, de 52 años, que encarna a la cuarta generación que dirige la empresa. Y el “senior” Carl Elsener, de 87 años, cuyo coche de empresa era hasta hace pocos años una bicicleta, es llevado hoy a las oficinas para poder trabajar en su escritorio, aunque no para multiplicar sus ganancias.

Iriz Ayten, de origen turco, está en la firma desde hace 25 años y afirma sentirse como parte de una familia y nunca haberse visto discriminada por ser extranjera.

Como el alemán Matthias Seyfang, jefe de la sección de perfumería. “Aquí te tratan con cariño. Uno nota que se preocupan por uno, y eso es muy valioso, eso no es un valor de mercado”, afirma Seyfang, cuyo hijo de 24 años realiza prácticas actualmente en el negocio de productos de lujo de Victorinox en Ginebra.

La peor crisis de la empresa sobrevino tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando de pronto se prohibió la venta de los cortaplumas en todos los aeropuertos. La facturación cayó en un tercio.

Como la norma de la firma prohibía echar a nadie, 15 trabajadores fueron “prestados” a fábricas de la zona que necesitaban mano de obra, y recuperados cuando las cosas empezaron a mejorar.

La filosofía empresarial, que según Schorno se basa en el espíritu cristiano, incluye ayudas sociales por encima de lo establecido por ley o una serie de viviendas cercanas propiedad de la empresa donde los empleados pueden vivir a bajo coste.

Ante la pregunta de si nadie se aprovecha de los otros, Schorno asegura que observan a la persona a la hora de contratarla. “Tienen que encajar con nosotros, y eso lo percibimos”.

De todos modos no tienen que buscar mucho cuando se abre una vacante, porque hay cola para entrar a la empresa.

Durante el recorrido no es posible encontrar a nadie que hable mal de la firma, ni siquiera cuando el acompañante de la compañía se ausenta un momento.

“Esto no es el paraíso, eso no existe”, afirma un empleado que forma parte de Victorinox desde hace 25 años. “Pero nos acercamos bastante”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario