“A veces no saltamos más alto porque ni nosotros mismos creemos en nuestras inmensas posibilidades”, escribe Santiago Álvarez de Mon, profesor del IESE especializado en liderazgo y dirección de personas, en la introducción de su nuevo libro Con ganas, ganas. Del esfuerzo a la plenitud. A través de sus páginas, el autor invita al lector a desembarazarse de las telarañas y nudos que “nos tienen maniatados”, y partiendo de la realidad más desnuda, iniciar “un viaje hacia lo más desconocido, auténtico y loable de nuestra identidad”.
Álvarez de Mon recomienda, citando a Unamuno, “no te creas más, ni menos ni igual que otro cualquiera, que no somos los hombres cantidades. Cada cual es único e insustituible; en serlo a conciencia pon tu principal empeño.” El libro se propone ayudar al lector a descubrir sus fortalezas a través un viaje gradual de descubrimiento personal que va de dentro hacia fuera, desde el yo al nosotros, desde la peculiaridad de cada hombre y mujer a su dimensión comunitaria.
Para guiar esta reflexión, el autor se apoya en el testimonio de profesionales reconocidos y admirados de ámbitos diversos: directores de orquesta como Jesús López Cobos e Inma Shara; científicos y médicos como Valentin Fuster; artistas como el pintor esloveno Marco Rupnik; y deportistas como Rafael Nadal. Aunque advierte el autor que todo ser humano, hombre o mujer, perfectamente normal y ordinario, si se lo propone, puede alcanzar registros extraordinarios. La clave reside en lograr que florezcan las aptitudes de cada persona.
Ganar el partido interior
Ante la falta de pasión, compromiso, energía, constancia y esfuerzo que caracterizan a la sociedad actual, Álvarez de Mon propone una alternativa plausible enraizada en torno a la dimensión individual de cada persona. En primer lugar, enfatiza la importancia de la actitud personal como idea decisiva para afrontar los acontecimientos, oportunidades, inconvenientes y retos que la vida plantea. Frente a cualquier evento o circunstancia se puede reaccionar mecánica o impulsivamente, o elegir una respuesta guiada por la observación, la reflexión y el dominio de la situación.
Intensidad y energía, ganas y pelea, lucha y pasión, todo ello al servicio de una inteligencia serena, tranquila, concentrada, paciente, en paz con el tiempo que se le ha dado, ese el leit motiv de todo el libro. El autor profundiza en cada uno de estos aspectos con “la esperanza de que su correcta combinación estimule las ansias de plenitud y realización personal de todo hombre o mujer”.
Rafael Nadal es un buen ejemplo de una actitud de entrega y entusiasmo. Toni Nadal, su tío y entrenador, explica que el tenista es mentalmente muy fuerte, “una actitud mental que ha ido consolidando en cada entrenamiento, desde que era pequeño. En tenis sabes que tarde o temprano va a haber situaciones difíciles que van a requerir de ti fortaleza y determinación. A Rafael no le permito excusas, que si el viento, la pista, las bolas… esas circunstancias son las mismas para el adversario”.
Es importante, también, descubrir cuál es el don de cada uno, esa cualidad o cualidades con las que todos los hombres y mujeres, sin excepción, han sido bendecidos. Una vez descubierto, tarea que dista mucho de ser sencilla, “has de inclinarte allí donde te lleve el poder de tu ingenio”, aconsejaba Séneca.
El talento y el ingenio deben ir acompañados de curiosidad, confianza en uno mismo, disposición a escuchar las sugerencias de los demás, autoestima, y también pasión por aquello que se hace. El placer es crucial; el talento, por sí solo, no puede. En este sentido, Álvarez de Mon subraya la capacidad de los mejores para entrar “in the zone” (en la zona) cuando practican su trabajo, ya sea en la pista de tenis o en el aula de la clase: es el momento en que el esfuerzo deja su lugar a la intuición y todo fluye.
Trabajo, trabajo, trabajo
Pero para entrar “in the zone”, antes es imprescindible trabajar. Y es que, para alcanzar la grandeza anhelada se necesita una inversión generosa de tiempo y energía. Los mejores, los Jordan, los Mozart, los Pavarotti, los Federer, los Gasol, lo saben mejor que nadie, cuanto más practican, más talento tienen.
“Cuanto más practico, más suerte tengo”, aseguraba Gary Player, el gran jugador de golf. Inma Shara, que a sus treinta y cuatro años ha dirigido algunas de las mejores orquestas del mundo como la Filarmónica de Israel o la Filarmónica Real de Londres, afirma que “en la vida no hay nada sin esfuerzo. Nada, nada, nada. Me considero más una persona constante que con talento. La perseverancia ha sido, es y será un pilar fundamental en mi vida. (…) Es cierto que tiene que haber cierta predisposición natural, pero yo no puedo dirigir la Novena Sinfonía de Beethoven si no he pasado dos meses de reflexión con ella. (…)” Y puntualiza: “tengo muy claro que no hay genio sin esfuerzo. Todo requiere sacrificio y, a veces, los resultados se obtienen muy a largo plazo”.
Uno de los mayores inventores de la humanidad, Thomas Alva Edison, propietario de más de mil patentes, decía: “La genialidad consiste en un 1 % de inspiración y en un 99 % de trabajo”. La inspiración, qué casualidad, siempre acudía cuando estaba trabajando.
Por otra parte, no se puede pasar por alto la figura primordial del mentor, porque sin ella muchos profesionales solventes e íntegros se habrían torcido irremediablemente. El cardiólogo Valentí Fuster explica que empezó a estudiar medicina “con un gran tutor, Farreras Valentí. Un profesional competente, minucioso, y una gran persona. Tutelado y alentado por él, me lancé a estudiar”.
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