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Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

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martes, diciembre 02, 2014

¿De verdad un emprendedor es distinto al resto de los mortales?

No hay evidencia que demuestre que son más valientes, visionarios o perspicaces que los demás. Tampoco que una determinada personalidad predisponga, desde la infancia, a acabar montando su propio negocio.

¿Son los emprendedores distintos del resto de nosotros? ¿Tienen una forma especial de ver el mundo, o un perfil especial que les capacita para poner en marcha un negocio? La mayoría de la gente piensa que es así. Tienen valentía, visión de futuro y perspicacia. Las escuelas de negocios enseñan a sus estudiantes a pensar como emprendedores y las grandes empresas buscan empleados con esas cualidades.

No obstante, por el momento no hay ninguna prueba que demuestre que esto es así. La mayoría de los estudios sobre psicología empresarial no abordan la cuestión directamente: se limitan a preguntar por los motivos que llevan a alguien a abrir un negocio, o entrevistan a los emprendedores en una fase más avanzada de su carrera profesional. Por tanto, no hay una forma de saber si las personas innovadoras ya tenían estas cualidades o las desarrollaron a lo largo de su trayectoria empresarial.

Qué dicen los estudios
Para saber con exactitud si los emprendedores se diferencian de las personas que no lo son, tendríamos que examinar las diferencias entre los dos grupos antes de que se incorporaran a la vida laboral. Y se han hecho muy pocos estudios en este sentido.

Uno de los más completos, elaborado por Andrew Oswald y David Blanchflower, examinó los motivos por los que hay tanta gente que se muestra dispuesta a abrir un negocio pero al final no da el paso. Los investigadores recurrieron a los test de personalidad que los encuestados habían realizado en su etapa escolar y comprobaron cuántos de ellos habían acabado siendo emprendedores.

El emprendimiento tiene más que ver con el entorno
que con cualidades individuales

Oswald y Blanchflower llegaron a la conclusión de que las cualidades que se asocian a los emprendedores –ser más extrovertido y más tolerante a la incertidumbre y a la ansiedad que el resto– no aumentaba las posibilidades de que los encuestados se convirtieran en emprendedores. "Según las variables de las que disponemos, el perfil psicológico no desempeña un papel fundamental a la hora de determinar quién va a ser un futuro emprendedor", concluyen los investigadores.

Por su parte Martin Ruef, de la Universidad de Princeton, cree que la personalidad tampoco es importante por otro motivo: el espíritu empresarial es una característica que tiene un fuerte vínculo con la comunidad, y las cualidades individuales no nos explican cómo se crean estos grupos y comunidades. En su estudio, sólo el 16% de los emprendedores aseguró haber creado un negocio sin un equipo.

Inevitablemente, al pensar en personas innovadoras
nos vienen a la cabeza empresarios de éxito

Aunque no existen estudios que avalen la teoría de que los innovadores tienen un perfil psicológico distinto, hay investigaciones según las cuales los empresarios son distintos por una razón: se encuentran en las circunstancias adecuadas y cuentan con medios suficientes para llevar a cabo sus objetivos.

Según el estudio de Oswald y Blanchflower, el dinero es un factor muy importante: la gente tiene más tendencia a crear su propio negocio cuando ha heredado dinero. Investigadores como Ian MacMillan, de Wharton, y el sociólogo Howard Aldrich reconocen que las redes sociales y la capacidad para aprovecharlas son fundamentales no sólo para determinar quién puede abrir una empresa, sino también para saber quién tiene éxito.

Un error de atribución
Entonces, ¿por qué tendemos a pensar que los innovadores son personas distintas y mejores que el resto? La respuesta está en algo que en psicología social se conoce como un error de atribución: como cuando asumimos que una persona que conduce muy por encima del límite de velocidad es una irresponsable en lugar de pensar que tiene una emergencia.

Este tipo de error es muy común en países como EEUU, donde domina el individualismo y donde nuestra lógica tiene que encajar con lo que nosotros consideramos justo, como pensar que las buenas personas obtendrán su recompensa. Este error también ayuda a explicar por qué los directivos buscan empleados que tengan el clásico perfil del emprendedor. Dan por hecho que los trabajadores actúan de una determinada forma por su propio carácter y no guiados por las órdenes que les llegan desde arriba o por determinadas circunstancias.

Otra razón por la que creemos que los innovadores son diferentes es que, cuando pensamos en un emprendedor, nos vienen a la cabeza empresarios de éxito como Bill Gates, en lugar de alguien que acaba de abrir un pequeño bar o en otros muchos cuyas iniciativas fracasaron. Gran parte de lo que admiramos de estos profesionales son atributos que desarrollaron como resultado del éxito en su carrera, como su labor filantrópica, y no los factores que los llevaron a abrir una empresa.

Hoy en día, la falta de espíritu emprendedor en EEUU, por ejemplo, debería quedar justificada por las circunstancias, como la frágil economía y la dificultad de obtener créditos para operaciones con cierto factor de riesgo.

Al final, la personalidad no es el problema. El hecho de que el espíritu emprendedor tenga mucho más que ver con las circunstancias es algo positivo. Si no es una cualidad innata, no debería despertar tanta admiración; ahora sabemos que es algo que cualquiera puede hacer, aunque resulte una opción que sólo escogen unas pocas personas. 

Peter Cappelli/Laura Huang. The Wall Street Journal

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